viernes, 13 de agosto de 2010

¿Hay que experimentar con animales? SI

Por Colin Blackemore (*)
Última actualización: 20:58 GMT 10 de noviembre 2008

Nuestras similitudes genéticas con roedores los hacen buenos para los exámenes médicos, dicen sus defensores.
La próxima directiva de la Unión Europea promete transformar la forma en que las pruebas con animales se llevan a cabo; un investigador y defensor de los animales debate si la práctica puede ser justificada.

Los antibióticos, insulina, vacunas contra la poliomielitis y el cáncer cervical, el trasplante de órganos, tratamientos para el VIH, la cirugía de bypass de corazón - se lee como el abecedario de la A a la Z del progreso médico. Sin embargo estos grandes avances tienen algo en común: todos fueron desarrollados y probados con animales.
La experimentación animal es un tema polémico, pero se reduce a dos cuestiones esenciales: ¿funciona ? y ¿es ético?

La primera es fácil de responder: funciona. Algunos tratan de hacernos creer que existen alternativas para toda la investigación animal, o que los ensayos con animales siempre son engañosos y peligrosos. Estas son falacias. Cuando existen alternativas fiables, por supuesto, los utilizamos - eso es lo que la ley exige. La resonancia magnética, los modelos computarizados, trabajar en tejidos aislados y con cultivos celulares pueden ser útiles, pero no pueden proporcionar las respuestas que sí se logran al investigar en un animal.

Nadie elige la utilización de animales cuando no es necesario. No da placer alguno, insume tiempo y es costoso aún ajustándose a la regulación en cuanto a la materia concierne. Sin embargo, todavía es la mejor manera de averiguar qué causa la enfermedad, y de saber si los nuevos tratamientos serán seguros y efectivos.

Biológicamente, somos similares a las especies como los ratones y las ratas, porque tenemos prácticamente el mismo conjunto de genes. Sus cuerpos responden a los tratamientos y enfermedad tanto como los nuestros. Si un "tomate morado" genéticamente modificado puede combatir el cáncer en ratones, puede que funcione para los seres humanos también.

La investigación médica es un proceso arduo. Para cuando el paciente recibe la terapia, es fácil olvidar lo importante que fueron los animales en su desarrollo. Los pacientes podrían no saber que los medicamentos nuevos y potentes tales como Avastin (usados para cáncer de intestino, de mama y de pulmón) y Herceptin (para cáncer de mama) se desarrollaron después de la investigación en ratones. De hecho, la investigación con animales ha contribuído al 70 % de los Premios Nobel de Fisiología o Medicina. Sin ella, estaríamos,médicamente hablando,atascados en la “Era de las Tinieblas” (“Dark Age”).

No son sólo los medicamentos y vacunas. Hace poco, investigadores en Seattle anunciaron que habían usado un implante de cerebro electrónico a un mono para permitirle mover sus miembros paralizados, esto es un descubrimiento de gran potencial el cual permitiría a las personas con discapacidad severa recuperar el movimiento.

Yo reto a cualquiera que haya seguido el trágico caso de Daniel James, quien se suicidó después de haber quedado paralizado en un accidente de rugby, a tratar de detener la investigación en el Reino Unido en lesiones de la médula, algunas de las cuales consisten en utilizar ratas.

Lejos de avergonzarse de este tipo de investigación, debemos estar orgullosos de nuestros científicos, cuyo trabajo ofrece esperanza a aquellos que sufren de enfermedades incurables. Pero, ¿qué pasa con los problemas éticos? Algunos dicen que ahorrarle sufrimiento a los seres humanos no es excusa para la muerte de animales de laboratorio.

Los que se oponen tienen derecho a rechazar el tratamiento que haya sido desarrollado a través de ensayos con animales, aún cuando implicara los tratamientos médicos que virtualmente existen. Pero no tienen derecho a obligar a un cambio de opinión para aquellos que esperamos y anhelamos nuevos y mejores tratamientos.

Todos esperamos el día en que la investigación con animales ya no sea necesaria, pero hasta entonces es de vital importancia. Restringir la investigación animal, incluyendo casos especiales, con monos, impiden el flujo de los tratamientos a las personas que los necesitan.
Los investigadores médicos no son un grupo de lunáticos con bisturí. Los que conozco son personas compasivas y humanitarias que realizan su trabajo con gran cautela y consideración, y con todos los esfuerzos posibles para minimizar el sufrimiento.
Hay enfermedades incurables, por ejemplo la enfermedad de Alzheimer, la esclerosis múltiple y la esquizofrenia, que destrozan vidas humanas. Si queremos tener alguna esperanza de tratar tales condiciones, la investigación médica necesita todas las herramientas a su disposición por el bien de todos, y esas herramientas deben incluir los animales.

(*) Colin Blackemore es profesor de neurología en las universidades de Oxford y Warwick y ex jefe del Consejo de Investigación Médica. (Medical Research Council)

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